Misericordia quiero, y no un sacrificio
El Santo Padre Francisco ha anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia que dio inicio el 8 de diciembre del presente año (2015), y concluirá en la solemnidad de Jesucristo Rey, el 20 de noviembre de este año (2016). Este acontecimiento se enmarca, según el pensamiento del mismo Papa Francisco, primeramente, en el señalamiento de una necesidad, pues debemos reconocer que “hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre”[1]. La percepción de esta necesidad nos ayuda a reconocer, por un lado, que la misericordia siempre será oportuna. A esta oportunidad de la misericordia le sigue, por otro lado, su actualidad; nadie puede negar el carácter de contemporaneidad de la misericordia; es una actitud que no se puede aplazar y, en caso de que así se haga, el sufrimiento se prolonga sin límites.
Esta necesidad pide, como afirma Juan Pablo II, que no nos olvidemos de la misericordia, pues “la mentalidad contemporánea, quizá en mayor medida de la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia”[2]. Esta memoria creativa exige que tengamos presente que 2la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo” (MV 12, párrafo 2); a la proclamación de este amor misericordioso, todos sin excepción, debemos consagrar nuestra misión.
En segundo lugar, este gran jubileo puede enmarcarse también en el deseo de que “los años próximos estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!” (MV 5.). Estas palabras del Santo Padre parecen ser una clara invitación a hacer del Año Jubilar un acontecimiento más que un evento. Desgraciadamente estamos demasiado habituados al eventualismo; hemos de aceptar, aunque nos duela, que estamos impregnados, de falta de procesos y de protagonismos estériles de ahí la importancia de que este tiempo dedicado a la reflexión y celebración de la misericordia nos recuerde convicciones, nos precise pensamientos y, sobre todo, nos ayude a retomar actitudes para que el esfuerzo por practicar la misericordia se convierta en algo permanente y cotidiano; es decir, que si algo tuvieran que observar las personas con las que convivimos fuera precisamente nuestro esfuerzo por vivir la misericordia.
Este segundo elemento pide que nos convenzamos de la necesidad de mostrar a nuestra Iglesia como “madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella”[3]; de hecho la autenticidad de la vida de la Iglesia y de cada uno de nosotros, radica en la percepción de la urgencia, así como en la generosidad del compromiso por presentar con nuestra vida el rostro misericordioso de Dios.[4]
Por todo lo anterior deseamos ofrecer este material con el objetivo de reflexionar sobre la misericordia, tomando como punto de partida principal la Palabra de Dios presente en la Sagrada Escritura, para seguirnos disponiendo con generosidad a vivirla al estilo de Jesús. Estamos convencidos de que la Sagrada Escritura, en una lectura teológica pastoral nos ofrece, por un lado, un contenido preciso sobre los que debemos entender por misericordia; y, por otro nos presenta unos principios radicales sobre un estilo de vida, es decir nos da algunas claves indispensables para vivir la misericordia.
Desarrollaremos nuestra propuesta en tres partes. Primeramente reflexionaremos sobre la misericordia como Principio a vivir más que como una acción aislada a ejecutar. La segunda parte, estará dedicada a profundizar en Jesús como el rostro misericordioso de Dios. Terminaremos con una reflexión sobre la relación intrínseca entre la comunidad de discípulos de Jesús- la Iglesia- y la vivencia de la misericordia. Es importante indicar además que, al final de cada una de estas secciones se presentan algunas propuestas de Lectio Divina con la finalidad de facilitar el encuentro con la Palabra. Además con el deseo de enfatizar la reflexión así como por la necesidad de ir más allá de la mera información, se irán incluyendo a lo largo de todo el libro ciertas reflexiones breves de algunos Papas sobre la misericordia (especialmente del Papa Francisco), así como algunas preguntas o sugerencias de reflexión para el compromiso personal y comunitario.
Agradezco a Dios la oportunidad de servir a través de estas sencillas reflexiones. También quiero agradecer la gentileza de las Obras Misionales Pontificio Episcopales, en la persona de su Director nacional, el Pbro. José Ayala Madrigal, por su disponibilidad para su publicación. Asimismo, como siempre pero nunca de manera suficiente, agradezco a mi familia y amistades más cercanas, su testimonio en la vivencia del principio misericordia.
Dios quiera, que a ejemplo de la Virgen María, continuemos en la vivencia auténtica y generosa de la misericordia.