JUANA BIGARD

Juana Bigard nació el 2 de diciembre de 1859 en Coutances, una pequeña ciudad de la Baja Normandía, en Francia. La edad escolar transcurrió para Juana, frágil de salud, dentro de las paredes de la casa de Caen, la ciudad adonde su padre, magistrado, se había trasladado por motivos laborales. La relación con su madre Estefanía Cottin siempre fue muy cercana. 

La juventud de Juana coincidió con el pleno desarrollo de la red de cooperación misionera de los tiempos modernos, que ahondaba sus raíces en la Francia pre-napoleónica. El Instituto de Misiones Extranjeras de París se convirtió en el centro del despertar misionero y la fuerza impulsora de algunas asociaciones misioneras que, con la ayuda de la oración y con algunas colaboraciones espontáneas, se dispusieron a apoyar a los misioneros enviados al Extremo Oriente y a América del Norte.  

Por iniciativa de varias personas, especialmente Paulina Jaricot (1799- 1862), se estableció la Obra de la Propagación de la Fe en Lyon, en 1822. Durante las tres primeras décadas esta obra se propagó por varios países europeos, entre ellos Italia, estimulando el interés popular en favor de las misiones, a través de publicaciones de carácter edificante, como los Anales de la Propagación de la Fe, lo que permitió divulgar algunas de las experiencias loables y muy positivas de los misioneros, así como también los diferentes problemas del mundo indígena 

A partir de esas lecturas, Estefanía y Juana Bigard, que ya tenían una estrecha relación con las Misiones Extranjeras de París, conocieron a algunos sacerdotes misioneros que trabajaban en el Extremo Oriente, de los que luego se convertirían en confidentes y protectoras. Precisamente en el momento en que las fuerzas misioneras se multiplicaban, en Europa se advertía la necesidad urgente de establecer una jerarquía local en los territorios de misión, libre de cualquier presión política y autónoma en su ejercicio pastoral. Estefanía y Juana Bigard, gracias a los contactos habituales con los misioneros, percibieron el problema y comenzaron a buscar una respuesta adecuada en sus mentes.  

El punto de partida fue una carta que recibieron, el 1 de junio de 1889, del obispo de Nagasaki, Mons. Giulio Alfonso Cousin, de las Misiones Extranjeras de París. El obispo, se mostraba preocupado porque debía hacer regresar a sus familias –tan solo por falta de fondos. Para Juana y Estefanía, la carta sonó como una llamada. El clero indígena sería la vocación a la que podrían ofrecer, sin reservas, toda su vida. Desde entonces se mantuvieron firmes en ello, recogiendo fondos para los seminaristas de Nagasaki y al mismo tiempo recopilando también la información de los obispos y vicarios apostólicos de las Misiones Extranjeras de París sobre el estado del clero indígena en sus países 

El camino tomado habría resuelto el problema central de las misiones asegurando la presencia del clero local. La fundación de la Obra de San Pedro Apóstol pasó por varias etapas: al principio, para satisfacer las peticiones de Mons. Cousin y otros misioneros, se dispusieron becas para seminaristas y se confeccionaron objetos litúrgicos para las misiones. Juana entendió que su Obra debería apuntar a las misiones del universo, porque todo el mundo misionero necesitaba sacerdotes.  

La soledad y el abandono experimentado por muchos fundadores y fundadoras también afectó a Juana. Al lado de su agonizante madre Estefanía (5 de enero de 1903), solo está ella, Juana Bigard, quien le ofreció a Dios sus sufrimientos y el amor de quienes la ayudaron y la siguieron. Temía la oscuridad espiritual y rogó a Jesús que fuera su compañero de viaje «hasta el día en que me perderé en tu amor». Estaba preocupaba por la continuidad de la Obra, que al final la confió a la Congregación religiosa de las Franciscanas Misioneras de María. La larga enfermedad que la conduciría a su muerte, acaecida el 28 de abril de 1934, revela la misteriosa lógica de las obras de Dios, que a menudo ofrece la abundancia de sus dones en respuesta a las personas que saben cómo entregar totalmente sus vidas hasta la cruz.